—¡Te propongo un juego!
Entre los dos vamos a hacer poesía. Tu escribes un renglón y yo otro, y
descubrimos qué somos capaces de crear.
—¡Me apunto!
—¡Empieza tú!
Saboreo el último sorbo
de mi copa de vino tinto y comienzo a escribir mi primer renglón. Me dejo
llevar por el poder del rey Baco y el capricho del momento.
Estoy en un laberinto sin
salida,
sin minotauros ni ninfas,
sin trampolín ni
paracaídas
pero contigo, en
definitiva.
Solo en mis sueños, mi
imaginación,
soy enteramente yo,
cuando te sueño,
cuando te descubro, tu
cuerpo, tu sudor,
tus maneras, tu interior,
cuando me
excitas, ¡oh, sí!,
éxtasis y dolor,
velocidad, fricción,
calor...
Sexo a traición.
En definitiva… amor.
¿Follamos?
—Creo que esto no debería terminar así. (Risas pícaras)
—A mí no se me ocurre
mejor manera de acabar esta poesía.
Y el vino habló.