—¡Mira, Wilson, las
condiciones climáticas son inmejorables, y la balsa ha quedado perfecta!
—¡Estoy hasta las
pelotas de tu optimismo, Tom! —dijo el balón en tono enfadado, y añadió tras
una pausa—: Podía estar ahora mismo jugando en la NBA... Tenía que haber
viajado con SEUR, es la última vez que me pillo un vuelo de bajo coste —susurró
consternado.
—No entiendo porque te
rebotas tanto. Solo tenemos que esperar a que vengan a rescatarnos.
—Pero… ¡gilipollas!,
¿no has visto la peli? Yo me quedo fuera de juego. Creo que desde Forrest Gump
estás tocado y, si no espabilas pronto, hundido.
—No te comas el coco.
¡Más que nada, porque solo queda uno! Esta vez no voy a permitir que termines
flotando sin dirección. Eres mi mejor amigo —afirmó Tom Hanks.
—¡Eres un pelota!¡Me
tienes harto! Todo el día lloriqueando por la rubia esa, cuando todos sabemos
que te la está pegando con otro… Hala, ¡ya me he desinflado!
—¡No digas eso Wilson!
—exclamó Tom a media voz entretanto hacía pucheros observando la foto
desgastada de su prometida.
—¡Tremendo blandengue!
Por cierto, ¿sabías que estás en pelota picada? ¡Ponte un taparrabos! ¡Y
aféitate, coño! —gritó el balón mientras daba un giro de 180 grados.
—Wilson, colega,
¿¡dónde vas!? ¡Espera! Está chispeando, ¡te vas a mojar!
—Tío, no te soporto
más. Eres patético. ¡Adiós! —alegó el balón al mismo tiempo que se lanzaba de
un bote al agua.
—Nunca me rendiré,
Wilson. Te lo prometo —dijo Tom cuando intentaba hundir la pelota.
—¡Nenaza, eso es del
Titanic!¡Qué te folle un pez espada!