Era el mozalbete más apuesto de toda la aldea,
él no tenía que demostrar su hombría,
porque contaba con una peculiaridad:
cuando mentía, el miembro viril le crecía.
Y entre vítores y alabanzas, hacía felices a todas las muchachas.
«Miente pinocho», le pedían.
Y él a todas les surtía de su gran variedad de mentiras.
Pero un día el zagal se enamoró de una chavala,
la más casta y pura de toda la comarca.
Por primera vez se vio obligado a decir la verdad,
y comenzó a rechazar a todas las chiquillas del lugar.
Con su sinceridad… « la cosa» empezó a
bajar.
Su enamorada, ya un poco más
espabilada, se quedó asombrada.
Y ni corta ni perezosa, le gritó apresurada:
«¡Miente pinocho, qué el tamaño sí importa,
y tú cada vez la
tienes más corta!».
Y Pinocho le dijo que la odiaba y que no la
desvirgaba.
Unos minutos después, nuevamente le aumentaba.
Este poema viene con moraleja:
«Las mujeres toleramos alguna mentirijilla piadosa
si la causa es bondadosa».
Jajaja, buenísima la historia. Me alegro de que al final volviese a mentir... me alegro por la chica, quiero decir. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso, Soledad
jejeje gracias guapa, yo también me alegro por la susodicha en cuestión. =P
EliminarUn besito. =)
eh... es lo que tiene ser un salvaje pueblerino. Yo te prometo, de verdad, de verdad de la buena, que siempre, siempre, te diré la verdad ;)
ResponderEliminarjejejeje te lo juro por Snoopy =P
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