El
falso amor nace de la vista; la atracción que surge de la belleza externa, de
lo superfluo. Algunos lo llaman sentimiento cuando quieren decir ¿deseo? Se
podría clasificar tres etapas en las que el «amor» se pone en juego: amor
inicial (atracción, deseo), amor intermedio (armonía emocional), y amor final
(afecto, costumbre). Según los expertos, entre el primero y el último se
manifiesta el término fidedigno, aunque, con el ánimo de abreviar, a todas las
fases se las denomina con el mismo concepto. Este puente, que para algunos
apenas dura unos pocos años, se cruza a ciegas. La sensación de permanecer
invidente es maravillosa, la venda invisible cubre los ojos con tal firmeza que
puedes caminar en una cuerda floja manteniendo un perfecto equilibrio. Solo cuando
el vendaje cae, y regresa la luz natural, comienza la tercera y última etapa.
Probablemente para ese momento ya usemos gafas progresivas o nos hayan
diagnosticado unas incipientes cataratas, pero sin duda ese amor, sin ser el
verdadero, es el más auténtico. Sí, ese que nos aleja la soledad y nos muestra
las arrugas como vivencias, no como surcos asimétricos. Es el desenlace,
dejamos atrás la física, y la química, para vivir la historia.
En
resumen, la atracción nace de la vista y puede convertirse en amor. Este último
nos hace perder completamente la visión.