El día apagaba las luces. Emergentes puntitos luminosos
teñían de belleza un cielo con luna menguante mientras yo continuaba allí
latente, sin dejar de cavilar, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo
había anhelado.
Se levantó una brisa placentera y fresca, preludio de que
el desenlace estaba muy cerca. Era capaz de palparlo con mis manos,
visualizarlo en mi mente. Aquel lugar, concienzudamente seleccionado, y aquel
objeto me facilitarían poner el punto y final a la vida de Ernesto. Sin
embargo, aún no había decidido cómo hacerlo. Era un simple asalariado,
únicamente contaba con un plazo de liquidación. Tal vez lo más sensato sería
aplicar mis recursos, dar un giro dramático, y arrojarlo por el acantilado.
Estaba realmente asqueado de esta situación de bloqueo. No
dejaría pasar un día más. Ernesto me estaba jodiendo literalmente.
A pesar de mi desánimo, ya no había vuelta atrás. Quizá ni
siquiera debía responsabilizarme de esta tarea yo mismo, no tenía un argumento
sólido e intachable. A fin de cuentas, Olga era con diferencia la persona que
más despreciaba a Ernesto. Después de diez años de noviazgo y tres más en unión
conyugal, había descubierto su tapadera; tenía una doble vida que incluía un
matrimonio feliz y unos retoños gemelos. Olga, frustrada por su incapacidad
para proporcionarle descendencia, se culpaba continuamente de los altibajos en
su relación. El pobre Ernesto parecía muy comprensivo con el contratiempo. La
arropaba entre sus brazos planteándole un futuro cargado de amor en
exclusividad, sin dosificación alguna. Ella sentía admiración por un ser que
cargaba con mentiras enmascaradas y verdades a medias; un disfraz de neopreno a
medida.
Cuando logró desataviarlo descubrió que éste camuflaba a un
simple mortal. La caída del pedestal no fue fácil para ninguno de los dos, en
especial para Ernesto, que decidió encargarse de su esposa antes de que
cumpliese sus repetidas amenazas de delatarlo a «la otra». El intento de
borrarla de un plumazo fue fallido, pero Olga perdió en el «accidente» la memoria
transitoria. Ese capítulo de su vida había desaparecido.
El inspector encargado de investigar el caso, Martín Díaz,
siempre sospechó de la implicación de Ernesto. Aunque, al no tener pruebas
suficientes, solo podía catalogarlo de presunto homicida. En realidad, yo sabía
de buena tinta todo lo que iba sucediendo, no fue difícil atar cabos sueltos.
Además, me encargué personalmente de que el funcionario, con la pericia que te
proporciona leer entre líneas, mencionase a Marta la existencia de Olga. Al fin
y al cabo ningún cuentista debería resultar impune de sus enredos. Debía pagar
el daño que había causado a ambas familias. Francamente, no se me ocurría mejor
forma para concluir esta historia.
Un desvelo, provocado por una sobredosis de café, me llevó
a afirmar que Martín sentía una atracción incontrolable por Ernesto. Y no era
de extrañar, sus rasgos perfectamente modelados y el halo de misterio que
envolvía su presencia, provocaba un deseo de acercamiento a cada uno de los
movimientos inaccesibles del cuerpo de seguridad. Incapaz de mantener su
profesionalidad por encima de sus deseos carnales, lanzó ciertos mariposeos a
este, el cual no dudó en sucumbir a los encantos del inspector de policía.
Demasiados enredos en un cuarteto de desbarajustes
emocionales. Cualquiera podía tener un motivo para completar esta trama de
suspense sentimental.
Ernesto debía morir, eso era evidente. Lo que no tenía muy
claro a manos de quién. Bueno, supongo que de las mías. ¿Que qué me había hecho
a mí este tipo? Insomnio súbito, acompañado de parálisis escritural.
Probablemente nada tan grave como al resto de personajes, salvo que ellos no
tenían que dar explicaciones del retraso de la novela a ninguna editorial.
¿¡Para qué darle más vueltas!? Mi cerebro está encharcado
en tinta china y forrado con papel fluting. Será breve, indoloro…
Resbalará, sí, se deslizará por esa pendiente golpeándose con todos los matojos
y ramas a su paso hasta estrellarse contra el agua. ¡Adiós, Ernesto!
No, no puedo acabar con mi bastardo. Supongo que después de
150 páginas he debido de encariñarme con el protagonista. He caído en mi propia
vorágine de pasión irracional, de temor al fracaso. Mi obra huele a excrementos
que no sirven para abonar mis propias letras ya podridas. Pero ¿y si esto se
convierte en un best seller? ¿Una trilogía? Nunca supe descifrar el
equilibrio entre la mediocridad y el éxito. ¡Basta! Será un final abierto, a
gusto del consumidor, o qué lo remate un lector ávido de resarcimiento. ¡Te
odio, Ernesto, con todo mi ordenador!
«Se levantó un viento desagradable y caluroso. Ernesto
contempló en la ladera adyacente que una silueta oscura caminaba ágilmente
hacia él… ».
FIN
Ja,ja,ja Pobre Ernesto, un personaje creado por un autor que lo odia y lo ama al mismo tiempo. creo que irremisiblemente está condenado a morir de la mano de su creador.
ResponderEliminarMetafóricamente nosotros no dejamos de ser personajes inscritos en este mundo y condenados a morir igualmente.
¡Ahhhhh! condenadas letras.
Besos
Vaya, es una putada tener fecha de caducidad, je,je.
EliminarUn besote. =)
Pobre Ernesto. Víctima de pecados propios y ajenos debe terminar su vida asesinado a manos de una sombra sin rostro. Continuará...
ResponderEliminarUn abrazo, compañera.
Y pobre escritor, que no sabe como rematar, je,je.
EliminarUn abrazo, compañero. =)
Ernesto tiene las horas contadas y su autor puede hacer lo que desea o quiera con él. Un abrazo Irene
ResponderEliminarCon las letras podemos hacer lo que nos plazca, hasta cambiar el nombre a una persona, je,je,je. Me has llamado Irene, pero me quedo con el abrazo igualmente.
EliminarUn besote. =)
Jajajaja, muy bueno Sole. A partir de ahora le diré a la gente: "Te odio X, con todo mi ordenador!" jajajaja.
ResponderEliminarBEsos.
Je,je. =P Besotes. =)
EliminarLa grandeza de escribir es que uno puede hacer lo que quiera, pero "ay" algunas veces los personajes te salen "replicantes", no se conforman con aquello que imaginaste para ellos y parecen hacerse con vida propia, entonces el escritor es el que es devorado por sus personajes.
ResponderEliminarInteresante batalla la de Ernesto con su autor, ¿quién saldrá victorioso?
Un saludo
Probablemente no salga indemne ninguno de los dos. A ambos los devoran las letras. ;)
EliminarGracias, guapa. Un placer tenerte por aquí.
Un abrazo. =)
Una solución tajante a un problema irresoluble, jaja
ResponderEliminarMe tuviste engañado, cómo no, hasta descubrir la verdadera trama.
Curiosa coincidencia con algo que acabo de publicar en mi blog "Cuaderno de bitácora" sobre los finales abiertos, esos que te sacan del apuro de tener que estrujarte los sesos para hallar el final adecuado, dejando así esta difícil tarea al pobre lector.
Muy buen relato.
Un abrazo.
Gracias, Josep. Voy rauda y veloz a leer el tuyo. ;)
EliminarUn fuerte abrazo. =)
¡Hola!
ResponderEliminarTe he nominado al Book Tag Liebster Award [Discover new blogs]
Pasa por el para saber más:
http://todosqueremosleer.blogspot.com/2016/10/book-tag-literario.html
Acabo de visitarte. ;) Muchísimas gracias por tu mención. Me hace mucha ilusión que me hayas tenido en cuenta entre tus blogs nominados. =)
EliminarSaludos. =)
Un microrrelato buenísimo, Sole.
ResponderEliminarSorprendente en su elaborada trama y fantástica revelación metalingüistica, narrado con pulso firme, estrofas con un vocabulario casi poético.
El desenlace me ha parecido magnífico, ese/a escritor/ra desbordado/a... entre su amor por el personaje y las ansias por acabar con su vida, y finalmente, acercando a su verdugo hacia él.
Genial, compañera.
¡Abrazos acolchados! ;)
Muchísimas gracias, Edgar. Agradezco mucho estas palabras, y más viniendo de ti. ;)
EliminarUn abrazo acolchado, compi. =)
Pobre escritor con tantas preguntas y sentimientos por el personaje. Pero es imposible no encariñarse con los personajes creados por uno (hasta los asesinos en mi caso jajajajaja).
ResponderEliminarMuy buen relato de suspenso Sole, te mantiene expectante creandote triángulos y cuadrados amorosos antes de darte cuenta que es una historia ficticia. Me gustó muchote. Besote.
Je,je. Tu amor por los seres psicológicamente inestables, por no decir locos sanguinarios, es de todos sabido. ji,ji. A algunos hasta les cojo cariño yo... =P
EliminarGracias, Mendy. Un fuerte abrazo. =)
Me ha encantado Soledad, está muy bien escrito y transmites muchas sensaciones sobre los sentimientos del propio escritor para con su personaje. La última frase es buenísima, creo que yo también la voy a adoptar gustoso, sobre todo cuando estás delante de la pantalla y no te sale ni una $%&""!·. Un abrazo Sole! ; )
ResponderEliminarJe,je Me alegro de que te vaya gustado, con frase incluida. =P
EliminarUn abrazo. =)
Un gran relato. Como matar a ese protagonista que no soportas pero que llevas tanto tiempo con él que te cuesta prescindir de su compañía.
ResponderEliminarUn besillo.
A veces se establece una relación amor-odio con los personajes. Eso de no puedo vivir sin ti pero tampoco contigo, je,je.
EliminarGracias, guapa.
Un besazo. =)
Muuuy bueno, Sole. Me ha costado escalar la montaña de relatos que tengo pendientes de leer, pero por fin he llegado a tu blog. Y me ha fascinado. Al principio estaba un poco perdido entre tanto nombre, ja, ja y me esperaba una escena de thriller policíaco... Y mira por dónde, me sorprendes con un giro al que debería estar acostumbrado habiéndote leído más veces... Cuando te sales de la escena ficticia para llevarnos hacia la mente del escritor, de su creación, como en plano distinto. Ficción sobre ficción. El personaje odiado y amado, es escritor que, viéndose incapaz de acabar con su creación, le deja ese indeseable trabajo al lector, je, je... Super original. Usas la técnica literaria para crear la propia trama literaria. El texto en bastardilla es genial. Casi me veo a mí mismo abalanzándome sobre la silueta de Ernesto cuchillo en mano. Y la frase esa de "te odio con todo mi ordenador"... Chica, soy tu fan, fírmame un autógrafo.
ResponderEliminarUn beso enorme
Je,je,je. Muchas gracias, compañero. ;) La idea de este relato surge a través de un curso de escritura. La profesora propuso crear un texto a partir de: "Anochecía. Parpadeaban las primeras estrellas mientras yo continuaba allí sentado, esperando que ocurriera lo que tanto tiempo había deseado.
EliminarSe levantó una brisa agradable y fresca..." Y a mí se me ocurrió esto. Bueno, después he modificado un poco el inicio, pero sin perder el sentido inicial. ;) A la profe le gustó, creo que no se imaginaba adónde la iba a llevar con mi parrafada, je, je. La cantidad de los personajes (demasiados para un micro) es para confundir al lector. Al final no es un dato relevante. Veo que ha ido bien. =P Lo dicho, muchas gracias. ;)
Un besote. =)
Siempre que te leo pienso lo mismo: qué bien escribe. De verdad, soy fan de tu estilo. Y en este relato nos demuestras lo buen escritora que eres al hacer con nosotros todo lo que quieres, llevándonos por una historia de enrrededos, de romances, que viene y va logrando que no perdamos el hilo y que cuando se revela la verdad, lo comprendamos sin problemas. Un debate interior de un escritor sobre qué hacer con su personaje. Genial, no me extraña que la profe quedara contenta.
ResponderEliminarUn abrazo, Sole.
Muchísimas gracias, compañero. La admiración es mutua. ;)
EliminarUn abrazo. =)